V1
¡Oh si rasgaras los cielos, y descendieras! A tu presencia se derretirían los montes,
V2
como fuego que enciende la leña, y hace hervir el agua, para dar a conocer tu Nombre a tus enemigos, y estremecer a las naciones ante ti.
V3
Cuando realizando actos pavorosos que nunca esperábamos, descendiste, temblaron los montes ante ti.*
V4
Nunca se oyó, ni ojo vio a ningún Dios fuera de ti, que hiciera tanto por quien espera en ti.*
V5
Saliste al encuentro del que con alegría obra justicia, del que se acordaba de tus caminos. Pero cuando seguimos pecando tú te enojaste. Entonces, ¿cómo podemos ser salvos?
V6
Todos somos como suciedad, todos nuestros actos de justicia como trapo inmundo. Todos caímos como hojas secas, y nuestras maldades nos arrastraron como el viento.
V7
Nadie invoca tu Nombre, nadie se despierta para apoyarse en ti. Por eso escondiste de nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar bajo el poder de nuestras maldades.
V8
Sin embargo, oh Eterno, tú eres nuestro Padre. Nosotros lodo, y tú el que nos formaste. Así, obra de tus manos somos todos.*
V9
Oh Eterno, no te enojes demasiado. No recuerdes nuestros pecados para siempre. Mira ahora que todos somos tu pueblo.
V10
Tus santas ciudades están desiertas, Sión es un desierto, Jerusalén una soledad.
V11
La casa de nuestro Santuario y de nuestra gloria, en la cual te alabaron nuestros padres, está consumida por el fuego. Y todo lo que hemos atesorado está en ruinas.
V12
Oh Eterno, ante todo esto, ¿te retraerás? ¿Callarás, y nos afligirás sin medida?
